miércoles, 25 de mayo de 2016

Abordando los sentimientos de verguenza durante los procesos restaurativos

Para que un encuentro restaurativo en la forma que sea,  pueda darse con las suficientes garantías se exige como requisitos mínimos y por sentido común, la voluntariedad, que ambos, víctima e infractor quieran participar de forma voluntaria y que el infractor reconozca su responsabilidad y participación en el hecho delictivo.Se parte como no podía ser de otra forma de que el infractor asume lo que ha hecho, tiene claro que fue su culpa y sobre este reconocimiento, voluntariamente quiere hacer lo correcto, reparando el daño.
Sin embargo, si tratamos con un delito muy grave, este reconocimiento del daño por el infractor puede ser complicado. Y no porque sea un "monstruo sin sentimientos" que no es consciente del daño causado, sino porque precisamente el saberse responsable y causante directo de un daño a otro ser humano, le provoca sentimientos contradictorios y en general sentimientos que le averguenzan. Lo cierto es que si el delito es muy grave es complicado que de forma totalmente espontánea y voluntaria se reconozca el daño causado, la vergüenza cae sobre el infractor como una losa, esto le lleva a intentar desviar la atención, justificarlo o sin duda quitarlo importancia para no sentirse señalado como el que cometió ese hecho tan terrible. 
Sin duda, el sentir la desaprobación de la comunidad y en general, de sus allegados le hace sentir una vergüenza no reintegrativa (como la que hablaba Braithwaite) sino todo lo contrario, una vergüenza que para evitarla le lleva a articular toda una serie de argumentos y mecanismos que le autoconvezcan que el delito y el daño no fue tan grave.

 Por eso, descartar los procesos restaurativos a priori, sería un error porque como siempre digo, el mundo no es perfecto y los seres humanos que habitamos en él, tampoco, nos podemos encontrar con situaciones "imperfectas"como esta y no por ello debemos desistir a priori. Precisamente el objetivo de los procesos restaurativos es fomentar la responsabilización y un buen facilitador puede utilizar sus conocimientos y el proceso de justicia restaurativa en si mismo, para poder conseguir o lograr que al final el infractor se despoje de estos mecanismos de autodefensa y pase de la vergüenza que le lleva a la negación a la vergüenza reintegrativa, que le ayude a ver que aunque hizo algo mal, y se le va a reprochar, al mismo tiempo se le dará una oportunidad de hacer lo correcto y poder mirar así al futuro.

Para esto, las reuniones preparatorias individuales con el infractor serán esenciales, y decisivas, solo si se ve un paso hacia adelante en esta asunción de los hechos, se contactaría con las víctimas, porque también es cierto que precipitar una reunión conjunta sin un paso adelante en este reconocimiento del daño, puede perjudicar seriamente a la víctima.

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